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Bienvenidos a nuestro BLOG en el cual hemos querido reunir algo nuestras especialidades docentes que en conjunto dan origen a una ciencia que tiene particular relevancia en el mundo moderno: LA BIOÉTICA.
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lunes, 30 de agosto de 2010

Los desafíos de la bioética: qué dicen las religiones.


Todas las religiones postulan que la vida humana es sagrada. Pero no todas se colocan ante los dilemas de la bioética con las mismas reflexiones e interpretaciones. Conocer las diversas posiciones de las religiones ante la clonación, la eutanasia, el destino de los embriones in vitro y tantas otras realidades enriquece nuestras propias reflexiones.

Marie-Gaëlle le Perff y Jean-Paul Guetny

Fecundación in vitro, clonación, eutanasia... Estamos cada vez más habituados a estos interrogantes éticos, capaces de desatar apasionados debates. La ciencia médica continúa avanzando y cada día nuevos problemas se suman a los anteriores.

La bioética nació de una indignación ante abusos y novedades vividas como transgresiones, dice Anne Fagot-Largeault, profesora de filosofía de ciencias biológicas y médicas. Más concretamente, la urgencia de una reflexión sobre estos temas surgió cuando se descubrieron en Estados Unidos algunos experimentos con seres humanos y tras producirse el primer trasplante de corazón en 1967. En 1970, el cancerólogo estadounidense Van Rensselaer Potter convocó a una ciencia de la sobrevida que él llamó bioética. Al año siguiente fue creado en Estados Unidos el primer instituto de bioética. Su fundador, André Hellegers, propuso llamar bioética a la reflexión ética sobre la biomedicina. En Francia, el nacimiento en 1982 de Amandine, la primera bebé-probeta, urgió a una reflexión más profunda. Hoy, la mitad de los Estados del Consejo de Europa tienen un comité nacional para reflexionar y decidir sobre estos temas y la tendencia a organizarlos es mundial. En 1993 se creó en la UNESCO el Comité Internacional de Bioética, que elaboró en 1997 la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos.

UNA EXPERIENCIA NOVEDOSA: “PROCREACIÓN RELIGIOSAMENTE ASISTIDA”

En materia de procreación, no siempre resulta fácil conciliar las posibilidades que brindan los últimos avances médicos con la fe religiosa. Existe ya en Francia, en el hospital Antoine Bèclere, en Clamart, la primera y hasta ahora única consulta ético-religiosa en esta materia en ese país. En los locales de uno de los hospitales obstétricos de punta de Francia, un ginecólogo, el doctor Paul Atlan, acoge una vez por semana a parejas o a mujeres solas enfrentadas a decisiones complejas.

A veces, la urgencia complejiza más las cosas. El doctor Atlan recuerda a una joven mujer musulmana. Sólo aquel caso bastaría para darle sentido a todo mi trabajo, recuerda todavía emocionado. Ella padecía una enfermedad genética que hacía que sus embarazos resultaran muy riesgosos para su salud. Después del nacimiento de su segundo hijo, no quiso escuchar a los médicos que le recomendaron no tener más hijos y quedó nuevamente embarazada. Según lo previsto, tuvo problemas y en el cuarto mes su presión alcanzó niveles muy elevados. El médico que la atendía le advirtió que sólo sobreviviría si se practicaba de inmediato un aborto terapéutico. La joven rechazó la idea. Impotente, el médico la envió en una ambulancia donde el doctor Atlan.

Tras 45 minutos de discusión, éste logró que la mujer le autorizara a solicitar a la Mezquita de París un permiso para interrumpirle de inmediato el embarazo. Una hora después, el doctor Dalil Boubakeur enviaba por fax un informe de la comisión de teólogos a la que había reunido: los textos de la sharia autorizaban a la mujer a no poner en peligro su vida. Hizo falta una hora y media más de discusión antes de que la paciente, sollozando, aceptara la interrupción terapéutica de su embarazo. Dos días después, su presión arterial volvía a ser normal.

DECIDIR SOBRE CADA NUEVA VIDA CON TODAS LAS CARTAS

Felizmente, no todas las decisiones se toman en un contexto tan dramático. Una mañana se presentó a la consulta una pareja. El hombre y la mujer vacilaban. Su inmenso deseo de tener un hijo había encontrado por fin la solución: una fecundación in vitro. Pero sus rostros estaban tensos, enfrentaban un dilema: el procedimiento requería que llegaran en sábado al hospital y no podrían, como judíos practicantes, desplazarse en sábado hasta Clamart. ¿Renunciaban a tener un hijo o transgredían la ley religiosa? En esta ocasión, el doctor Atlan no tuvo necesidad de recurrir a un rabino para resolver el problema. En conjunto con sus colegas, decidió acomodar el plan especialmente para la pareja, para que no tuvieran necesidad de viajar nunca en sábado.

Por regla general, la situación que exponen los pacientes no tiene una solución práctica inmediata y el médico re- chaza resolverla por sí mismo, incluso cuando a priori yo conozca la respuesta -afirma el doctor Atlan-, porque cada caso es personal y único. Habitualmente, se envía a un experto religioso -rabino, sacerdote o pastor con conocimiento de los problemas médicos- un resumen de la problemática de la pareja. Cuando llega la respuesta, la pareja vuelve a la consulta y se les comunica la opinión de la autoridad religiosa. Siempre tienen libertad para elegir, pero queremos que tengan todas las cartas en la mano al hacer su elección, subraya el especialista.

¿POR QUÉ ENTRA LA RELIGIÓN EN UN HOSPITAL PÚBLICO Y LAICO?

En esta consulta, los principios de la bioética se confrontan con los casos concretos y así la bioética sale de los círculos de reflexión teórica para ser aplicada en la vida. No ha sido pequeño reto el de dar entrada a las religiones nada menos que en la ciudadela laica de un hospital público. Las autoridades médicas se han convencido de las ventajas de hacerlo con tres argumentos que resume así el doctor Atlan:

En los hospitales ya existen capellanes y capillas. Por otro lado, aunque el hospital sea laico los pacientes pueden tener convicciones religiosas y no hay razón de excluirlos de las técnicas médicas porque sientan temor de recurrir a ellas por razón de sus convicciones. Y por otro lado, ningún médico rechazaría la petición de un paciente moribundo que le solicitara recibir la extremaunción. Entonces, si comprendemos las convicciones religiosas a la hora de morir, ¿por qué no tenerlas en cuenta cuando lo que está en juego es nacer?

Desde que se creó esta consulta, han sido principalmente personas de fe judía o musulmana quienes han acudido a ella. Pocos católicos, muchos menos protestantes y ningún ortodoxo. El doctor Atlan trata de explicarlo: El judaísmo y el Islam se viven en un plano filosófico y religioso como la aplicación de un derecho. Los creyentes en estas dos religiones se preguntan si ellos tienen el derecho de hacer esto o lo otro. En el catolicismo, estas cuestiones se dilucidan desde principios estrictos: respeto de la vida y del orden natural. Y como prácticamente todo lo que tiene que ver con las técnicas médicas para la procreación está prohibido, no parece necesario reflexionar sobre cada caso concreto. Los protestantes no se colocan ni en un nivel jurídico ni en un nivel dogmático. Para ellos sólo cuenta la conciencia personal. Esto explica las escasas veces que tenemos que recurrir a la opinión de un pastor. En cuanto a los ortodoxos, puede ser que no vengan porque aún son poco numerosos en Francia. Al hacer este balance, surge un matiz en la mirada del doctor Atlan: destaca que, aun con tantos dogmas, las parejas católicas que recurren a prácticas médicas prohibidas oficialmente por su religión no son anatematizadas por su entorno: Al contrario, estas parejas están siempre acompañadas y ayudadas sicológicamente por sus comunidades. Esto me parece una auténtica lección de humildad y de vida.

LA GRAN LÍNEA DE FRACTURA

El profesor Axel Kahn es miembro del Comité Consultivo Nacional de Ética de Francia (CCNE). Participa en muchos debates sobre ciencia y ética, sobre principios religiosos y principios científicos, sobre bioética. He aquí algunas de sus reflexiones: Realmente, no existe actualmente una renovación de la reflexión bioética, lo que hay son evoluciones importantes, un enriquecimiento de la conciencia bioética. La conciencia horrorizada ante las atrocidades cometidas por los médicos nazis y el código de Nuremberg están en la base del pensamiento bioético moderno.

La gran línea de fractura, tanto en la sociedad como en nuestra Asamblea Nacional y en el Comité de ética en el que participo, se sitúa entre quienes consideran que el progreso no siempre trae un bien a los seres humanos y creen que verdad y bien son valores inseparables. Del otro lado están los progresistas, con un pensamiento más científico. La República Francesa tiene en sus cimientos la idea de que el progreso de los conocimientos y de las ciencias es siempre, en sí mismo, una promesa de bienestar para los seres humanos.

COINCIDENCIAS Y DIVERGENCIAS ANTE LA CLONACIÓN

En donde estas dos corrientes coinciden en este momento es ante la reproducción por clonación: creen que debe prohibirse, o al menos establecerse una moratoria. Pero los argumentos en que se basan son diametralmente opuestos. En diciembre 2001, una audiencia internacional, organizada por la Academia de Ciencias de Estados Unidos, concluyó que no era necesario autorizar la reproducción por clonación porque era un método aún muy incierto, una técnica no suficientemente dominada. Pero no porque estuviera mal hacerlo. Se sobreentiende que cuando la técnica esté bien controlada, ¿por qué no podría recurrirse a ella? Se trata de un razonamiento pragmático, casuístico. Este tipo de filosofía moral evalúa ventajas y desventajas y si los beneficios son superiores, la técnica se considera moralmente legítima. Sin ninguna referencia a un principio. Para esta corriente utilitarista, a partir del momento en que la reproducción por clonación estuviera bien controlada, en condiciones bien elegidas, sería moralmente legítimo emplearla. En el otro lado, y haciendo referencia a los principios de la autonomía y de la libertad, uno encuentra profundamente luminosa la filiación humana. Esta filiación es el espacio en donde experimentamos el sentido del “otro”, en donde vivimos cotidianamente la alteridad. Reproducirse en un ser idéntico, y en consecuencia amar infantilmente a ese gemelo o gemela, puede considerarse una notable regresión narcisista. Para protegernos de este riesgo se podría concluir que la reproducción por clonación es moralmente ilegítima.

En estos temas existen muchas más diferencias entre los progresistas y los que consideran que verdad y bien son inseparables que las que existen entre quienes son religiosos y quienes no lo son. Después de diez años en el Comité de ética, he visto escasas contradicciones entre el filósofo marxista Lucien Sève y quienes representan en el Comité a las diversas religiones. He visto más criterios opuestos entre el representante católico y el protestante que entre el marxista y todos los religiosos.

Las religiones son un medio para promover la reflexión sobre el valor intrínseco del otro y para edificar reglas relativas sobre la manera de comportarnos con los demás. Podríamos afirmar que, por esencia, ninguna religión se dedica a promover el individualismo. Todas las religiones incluyen la noción del deber. No sólo frente a la divinidad, también frente a los demás. Para mí, la más evidente de las definiciones de lo que podemos llamar “bien” es “aquello que contribuye al cuidado del otro”. A ese otro para el que yo soy indispensable, y que también es indispensable para mí.

LAS DIVERSAS VOCES DE LA TRADICIÓN: CATÓLICOS, ORTODOXOS Y PROTESTANTES

Todas las religiones se interesan por la bioética y la mayoría de ellas habían empezado a reflexionar sobre estos temas mucho antes de que se inventara la palabra bioética. Preguntarse si las religiones son interpeladas por la bioética es como preguntarse si las interpelan las prácticas que desafían el sentido de la vida. Siempre han existido situaciones conflictivas entre la Ley y la vida cotidiana y es necesario reglamentarlas, dice el rabino Michel Gugenheim, director del Seminario israelí de Francia.

La evolución de la medicina ha hecho surgir situaciones inéditas y no es posible aplicarles automáticamente las recomendaciones contenidas en los textos fundadores de las religiones. Desde los tiempos de Buda Shakyamuni, los discípulos le presentaban preguntas y, en su omnisciencia, él les daba respuestas claras y precisas. Hoy nosotros no podemos dejar de hacer algo similar, debemos interpretar, dice el doctor Didier Chevassut, médico budista. Lo que sucede es que las interpretaciones no son similares en todas las religiones. Y los métodos con los que interpretan y reflexionan revelan la esencia de cada una de ellas.

El catolicismo es la única confesión religiosa en la que existe un Magisterio, un organismo encargado de establecer una enseñanza oficial. Sólo entre 1949 y 1987 las enseñanzas católicas sobre temas relacionados con la bioética suman unas quinientas páginas, además de otros muchos trabajos de distintos grupos, facultades y espacios de reflexión.
Distante de esta profusión de tomas de posición, se encuentra la Iglesia ortodoxa, donde ninguno de los miembros del clero puede atribuirse el derecho de hablar de estos temas en nombre de toda la Iglesia, que no toma nunca posiciones oficiales. Entre los ortodoxos, las opiniones se expresan basándose en la tradición. Nunca son enseñanzas generales o categóricas sobre los problemas. No decimos: “se puede”, “siempre”, “jamás”... Sólo indicamos si una acción nos aleja o no de Dios, afirma el doctor Dominique Beaufils, cirujano y diácono ortodoxo.

Desde hace mucho tiempo los protestantes organizan consultas sobre estos temas entre sus creyentes. En Francia, la última de estas consultas consistió en el envío en diciembre 2001 de un texto sobre la clonación, invitando a los miembros de quinientas asociaciones de la Federación protestante de Francia a reflexionar sobre esta cuestión durante varios meses y a lograr acuerdos. En esta misma línea de proceder, anglicanos, protestantes, ortodoxos y católicos viejos de 126 iglesias de Europa crearon en 1992 una comisión ecuménica europea para reflexionar pluralistamente sobre temas de bioética.

ISLAM, JUDAÍSMO Y BUDISMO

El Islam está íntimamente ligado a la Medicina desde el comienzo de su historia. La medicina experimental debe mucho a los grandes médicos musulmanes del siglo VIII al siglo X, quienes sin duda se sentían impulsados a la búsqueda de tratamientos para la enfermedad por este hadith: Estad seguros de que Dios no ha creado ninguna enfermedad sin haber creado también su remedio. Los hadith y el Corán toman posiciones que podríamos calificar de bioéticas usando el lenguaje actual: el Profeta aconsejaba evitar las ciudades donde la peste hacía estragos, pero ordenaba permanecer en ellas cuando se declaraba la peste. Hoy, y desde hace más de dos décadas, la reflexión sobre los problemas bioéticos se lleva adelante en distintos continentes, en la Academia Islámica de Nueva Delhi, en la Universidad Al-Azhar de El Cairo y en otras instituciones.

La reflexión budista sobre temas de bioética es muy amplia. Predominan los consejos, incluida la orientación, pero no existe una opinión internacional. No veremos el día en que se instale un concilio budista que exprese las diferentes sensibilidades que existen en el budismo, tanto dentro de una misma escuela como al nivel de los diferentes continentes, y concluya en una única opinión, dice el doctor Didier Chevassut, médico en el hospital de Marsella y especialista en el dolor.

En el judaísmo existe una diversidad de corrientes. Para resolver las cuestiones bioéticas difíciles se recurre, como para cualquier otra cuestión de la vida cotidiana, a los textos de la Torah o del Talmud y a su interpretación por algunas autoridades que gocen de reconocimiento en el pueblo, según el rabino Gugenheim, que considera que desde siempre ha existido en el judaísmo una reflexión bioética, y no es necesario crear una estructura específica.

UNA ESPERANZA DE VIDA Y DE CURACIÓN: LAS “CÉLULAS MADRE”

Las “células madre” son las células capaces de formar cualquier tejido del organismo. Las células de los embriones tienen esta capacidad. También existen células madre en los organismos adultos. Las células madre de la médula ósea de los adultos son capaces de producir las células de la sangre, las del hígado, las de los músculos, las del corazón y hasta neuronas. Esta capacidad de trasplantar células de un organismo a otro para formar nuevos tejidos nos permite esperar que transitaremos de la medicina reparadora a la medicina regeneradora. ¿Se podrá combatir la diabetes, la enfermedad de Alzheimer, la miopatía y tantas otras enfermedades, sustituyendo con células madre los tejidos defectuosos? La solución estará en que los trasplantes de células madre o de tejidos sanos no provoquen rechazo, lo que será más seguro si las células madre provienen de células idénticas a las de la persona que queremos curar.

Es por este camino que los especialistas vienen imaginando la clonación terapéutica. ¿De qué se trata? De tomar el núcleo de una célula de la persona enferma y colocarla en un óvulo vacío de núcleo. Después, en vez de colocar este embrión en un útero para que de él nazca un niño, se lo dejaría en desarrollo durante seis días con el fin de usar algunas de las células embrionarias que se hayan formado para trasplantarlas a una persona. Estas células actuarían como células madre pluripotentes, con gran capacidad de regenerar cualquier tejido dañado o enfermo.

Desde los años 70 se utilizan células madre, tanto adultas como embrionarias, para curar distintas enfermedades. Los trasplantes de médula ósea o de piel son frecuentes. Desde hace diez años las células embrionarias del cordón umbilical de un recién nacido son recuperadas sin que esto perjudique ni al niño ni a la madre. Estas células pueden conservarse a la espera de utilizarlas para curar, por ejemplo, leucemias.

El nuevo desafío es la clonación terapéutica y la “cuestión ética” es si ese embrión así producido es un ser humano o no lo es. Existen distintas posiciones, con sus matices, ante esta técnica. Podemos resumirlas en tres: utilitaristas, celulares y precavidas. Para los utilitaristas, el objetivo de curar permite “sacrificar” esos embriones. Para los celulares, en la clonación terapéutica no se crean embriones, sólo células, y por eso no existe ningún problema ético. Los precavidos, como saben que no conocemos aún suficientemente las consecuencias de la clonación terapéutica, consideran que es mejor buscar células madre en otras fuentes, por ejemplo en los “embriones supernumerarios” o embriones sobrantes, producto de fecundaciones in vitro no implantadas, que permanecen congelados en bancos de embriones.

En Francia existen entre 20 mil y 100 mil embriones sobrantes conservados de esta forma. Mientras que la utilización de células madre procedentes de adultos no parece generar debate en las religiones, tanto la producción como la utilización de células madre embrionarias sí genera mucho debate, ya que es una técnica que conduce a cada religión a su definición de la vida, al estatus que le otorga al embrión humano y a esa virtud que es la solidaridad con los enfermos.

¿QUÉ DICEN LAS RELIGIONES DE LA CLONACIÓN PARA OBTENER “CELULAS MADRE”?

La clonación terapéutica para producir células madre embrionarias es aprobada por el protestantismo y por el judaísmo, aunque por motivos muy diferentes. Los embriones deben ser tratados con consideración y respeto, pero rechazamos toda “embriolatría”. Es el momento de la implantación en el útero materno el que es decisivo, y no el de la fusión de los gametos. Lo importante son los objetivos: si la clonación se destina a una terapia es un signo de solidaridad, afirma Jean-François Collange, profesor de Ética en la facultad protestante de Estrasburgo. El punto de vista del judaísmo se construye en torno a la prohibición. Como en la clonación terapéutica no se transgrede ninguna prohibición, ya que no se utiliza esperma, y como el embrión producido y empleado no ha cumplido los cuarenta días, plazo que lo convierte en una “persona”, no existe ningún problema de fondo.

Opuestos a esta técnica están católicos, musulmanes y ortodoxos, y todos con virulencia. Bajo la apariencia de coincidencia, hay matices en las razones para rechazarla. Según el rector de la Mezquita de París, el doctor Dalil Boubakeur, parece una perversión moral querer desviar los ovocitos de su vía natural. Para el doctor Beaufils, diácono ortodoxo, resulta una terminología engañosa la que pretende separar la clonación reproductiva de la clonación terapéutica, y es falso afirmar que no existe fecundación en la clonación terapéutica, porque de hecho se utilizan óvulos. Y añade: En el plano teológico, cada uno debe hacerse la pregunta de si la vida humana está ligada a la implantación en el útero o si es un don de Dios. Los católicos comparten este punto de vista. Emplear células de un embrión de cinco días es cosificarlo, utilizarlo como si fuera un objeto. Su dignidad y su condición de ser humano no son reconocidos, afirma el padre Patrick Verspieren. Juan Pablo II se pronunció sobre esta cuestión en octubre 2000: La clonación terapéutica no es aceptable en la medida en que supone la destrucción de embriones. En medio de estas dos posiciones, encontramos a los budistas, que se mantienen en la incertidumbre y se pronuncian por la reserva y la prudencia.





¿QUÉ DICEN DE LOS EMBRIONES SOBRANTES?

En caso de no realizar la clonación terapéutica, existe esa otra fuente de células madre embrionarias: las que proporcionarían embriones supernumerarios o sobrantes congelados que no fueron utilizados en fecundaciones in vitro, que permanecen en bancos de reserva, y cuyo destino, de no ser empleados en una terapia, será simplemente ser destruidos. Cada tradición religiosa toma posición ante esta realidad según el estatus que le otorgue a esos embriones. Si los considera personas humanas en potencia o si entiende que la vida humana comienza en el exacto momento de la fecundación -es el caso de católicos, ortodoxos y de ciertas corrientes budistas-, se rechaza la utilización de estas células. Y más aún: se condena que exista esta práctica, aunque más allá de cualquier condena, los embriones ya existen...

Como los judíos no consideran estos embriones personas potenciales porque fueron fecundaciones in vitro -no nacidos de la relación sexual hombre-mujer- y porque no alcanzaron los cuarenta días, no se oponen a la utilización de sus células. Entre estas dos tendencias se ubican los protestantes. Su razonamiento no tiene que ver con el estatus del embrión congelado. Más pragmáticos, se preguntan sobre la utilidad de esta técnica y concluyen que como de todas maneras estos embriones están destinados a ser destruidos si no son implantados en algún útero, entre ser destruidos y no servir para nada y ser útiles a alguien, eligen la opción de la utilidad.

ESOS BEBÉS A QUIENES LA MUERTE ACECHA

En los servicios de reanimación neonatal de los hospitales, los niños con discapacidades al momento de nacer pueden sobrevivir o pueden morir. En Francia, la mitad de las muertes neonatales son decididas por el equipo médico en función del estado del recién nacido. A quienes nacen con graves discapacidades cerebrales no se les practica la reanimación.

Se trata de una decisión muy dura que toma en colectivo el equipo de médicos y enfermeras después de examinar la evolución del recién nacido. ¿Y los padres? Jamás un equipo médico les dirá: ¿qué quieren ustedes que decidamos? La reflexión que hacemos es siempre laica. No podemos deducir los principios de la ética médica con la que tomamos la decisión según la fe de los padres. El mismo principio debe ser válido para todos, prevaleciendo el interés del niño, al que si reanimáramos estaría condenado a vivir con una terrible discapacidad. Se trata de una ética de compromiso y no de convicciones, y por lo tanto de una ética laica, explica Francis Gold, jefe de servicios del hospital Trousseau de París, y miembro de la Comisión ética de la federación francesa de pediatras neonatólogos.

Hay también fetos y embriones a quienes también acecha la muerte. Con una ecografía o con la extracción de algunas células fetales o con el análisis de la sangre de la madre se pueden diagnosticar problemas genéticos o daños cerebrales graves en un niño en gestación. Para todas las religiones, hacer ese diagnóstico es válido, pero si del diagnóstico se desprende la eliminación del feto por un aborto terapéutico, algunas religiones toman posición y lo rechazan, con más fuerza aún que si el aborto terapéutico se decidiera para salvar la vida de la madre.

¿EN QUÉ MOMENTO LA VIDA COMIENZA A SER VIDA HUMANA?

Detrás de todas las posiciones religiosas aparece siempre la misma pregunta: a partir de qué momento un embrión humano es un ser humano. Para quienes consideran que la vida humana comienza en el instante mismo de la concepción no está permitida la interrupción del embarazo después de un diagnóstico negativo. Desde este punto de vista, se oponen también a la eliminación de un embrión o feto tras lo que se conoce como diagnóstico pre-implantación, que es el diagnóstico empleado en el procedimiento de la fecundación in vitro para asegurar que sólo se implantan en el útero de la mujer embriones sin patologías, destruyéndose los embriones que presentan patologías y conservándose congelados los que resultan sobrantes en cada procedimiento.

El judaísmo establece diferencias entre ambas técnicas. Distingue entre los embriones producidos in vitro y los que ya están alojados en el seno de una madre, considerando que el embrión en una probeta no es potencialmente una persona humana. Hace poco, en un hospital israelí numerosos embriones supernumerarios congelados estaban en peligro de destruirse porque la máquina de congelación que los guardaba se dañó. Era sábado. ¿Qué era mejor: transgredir la Ley del sábado realizando un trabajo para salvar la vida de esos embriones o respetar la Ley, teniendo en cuenta que esos embriones no eran vidas humanas? Los médicos no dudaron y repararon urgentemente la máquina. Después de esta decisión, hablaron los rabinos: lo correcto hubiera sido cumplir con el sábado.

EUTANASIA, ENSAÑAMIENTO TERAPÉUTICO Y ALIVIO DEL DOLOR

Con sorpresa vamos descubriendo que la eutanasia pasiva no es tan excepcional como se cree. Según una reciente encuesta de la Sociedad de reanimación francesa realizada entre más de 7 mil pacientes en salas de cuidados intensivos, los tratamientos indispensables para mantenerlos con vida no les fueron practicados o les fueron suspendidos a un 11%.

Ante el cada vez más frecuentemente empleado concepto de “morir con dignidad”, y ante un creciente número de enfermos graves que reclaman, incluso ante los tribunales, el derecho a poner fin a sus vidas, las religiones confirman su oposición, tanto a la eutanasia como al “ensañamiento terapéutico” que, a toda costa, busca conservar con vida a los enfermos terminales. En lo que sí existe acuerdo es en la aplicación de “cuidados paliativos” para evitar el dolor. De hecho, el principio de donde nacen estos cuidados está anclado desde siempre en todas las tradiciones religiosas. Así, en la liturgia ortodoxa, los creyentes piden regularmente a Dios en sus oraciones “un fin de la vida cristiana sin dolor, sin humillación y apacible”. Precisamente, lo que esta plegaria pide podría ser una definición de los cuidados paliativos, comenta el doctor Dominique Beaufils, jefe de cuidados paliativos en el hospital de Hirson, y diácono ortodoxo en Bélgica.

¿QUÉ DICEN LAS RELIGIONES ANTE LOS ENFERMOS TERMINALES?

En todos los textos sagrados del judaísmo, el principio de la lucha contra el dolor está muy presente. Se trata de un principio que el creyente deberá equilibrar con el mandamiento que le ordena “no matarás”. Para el gran rabino Michel Gugenheim, miembro del CCNE, de lo que se trata es de dar con la dosis adecuada de morfina: aliviar lo más posible el dolor pero sin provocar la muerte.

Rechazar la eutanasia, como lo hace el catolicismo, no significa aceptar cualquier procedimiento médico para prolongar la vida. El catolicismo no respalda los tratamientos no razonables, y esto significa tratamientos en los que los inconvenientes sean superiores a los beneficios, incluso si resultan extremadamente costosos o para el enfermo o para sus familiares.

Quienes tienen posiciones diferentes y singulares a éstos tan firmes rechazos son los protestantes y los budistas, quienes ciertamente se oponen a la eutanasia, pero dejando una brecha en función de las situaciones individuales. Acceder a ciertas peticiones de poner fin a la vida es una decisión que debemos considerar como uno más de los “cuidados paliativos”, ya que la muerte no es un final, según Jean François Collange, profesor de ética en Estrasburgo y miembro del CCNE.



En cuanto a los budistas, para afrontar estas difíciles situaciones, encuentran la clave en la compasión, valor esencial para el budismo. Si el amor se expresa compartiendo la felicidad del otro, la compasión se expresa en el deseo de ver al otro liberado del sufrimiento, precisa Didier Chevassut, budista y médico, especialista en dolor en un hospital de Marsella, quien explica que será la compasión la que permitirá tomar en cuenta los aspectos personales de cada situación y favorecer una respuesta adaptada a cada caso.

Todas las religiones consideran sagrada la vida y en el rechazo a la eutanasia expresan este precioso principio. Es frente a la muerte y a la decadencia física que cada una da respuestas diferentes con variados matices. El doctor Dominique Beaufils formula una pregunta en la que se resume una lógica que comparten numerosos creyentes de distintas religiones: ¿Se le respeta su dignidad al enfermo accediendo a su deseo de un suicidio asistido o de una eutanasia, respondiendo a su voluntad de escapar de una prueba que teme no podrá superar? ¿No será mejor respetar su íntima relación con Dios, quien con el dolor le está dando la oportunidad de transformar lo que parece decadencia en una transfiguración?

LA INDISPENSABLE MIRADA DE LAS RELIGIONES

El desarrollo que la ciencia y las técnicas médicas experimentan, casi semana a semana, plantea verdaderos desafíos de conciencia. Un caso reciente y muy debatido ha sido el del actor de cine estadounidense Christopher Reeve, “Superman”, paralizado después de caerse de un caballo, quien acusó al Presidente George W. Bush y a la Iglesia católica de frenar la investigación sobre las celulas madre embrionarias, una de las vías que le permitirían a él volver a caminar de nuevo.

Son tantos los desafíos que los médicos y toda la sociedad humana están perplejos. Existe mucha gente que entiende que los progresos del conocimiento humano y de las técnicas es en sí mismo una promesa de felicidad para los seres humanos, en expresión de Axel Kahn. Y es mayoría la gente que entiende que, aunque el progreso de las ciencias es acumulativo, ningún avance derrumbará definitivamente los principios de la moral. En el coloquio celebrado en la UNESCO (10-11 septiembre 2002), bajo el título ¿Una solidaridad universal? Símbolos éticos después del 11 de Septiembre, el filósofo Olivier Abel subrayaba que cada generación tiene necesidad de reinventar sus símbolos. ¿Cómo definir la nueva sabiduría colectiva frente a los nuevos desafíos? En las naciones modernas, cada vez más pluralistas, ninguna religión, ninguna tradición filosófica, sabría ella sola definir el Bien para todos los ciudadanos. Sólo los fieles de esa religión o esa filosofía aceptarían las reglas por ellas dictadas.

Es por esa razón que están instalándose en todo el mundo comités de ética. Según Axel Kahn, las religiones tienen en estos comités su lugar, en tanto que expresan las referencias éticas de un grupo social dentro de una democracia pluralista. Sobre las diferentes técnicas médicas, a la orden del día, pensaríamos que las religiones tienen opiniones, si no idénticas al menos convergentes, que se distinguen de las opiniones “laicas”. Pero constatamos que no es así. Leyendo las diferentes posiciones que se expresan en los cuadros que acompañan este texto, resulta sorprendente, por ejemplo, el abismo que separa las posiciones católicas y las ortodoxas de las de los protestantes, aun cuando estas iglesias cristianas están tan próximas en sus dogmas de fe.

Toda persona creyente está tentada a decir que lo que dice su religión es lo “justo” y lo que las otras dicen es “erróneo”. Es muy frecuente esta reacción. La realidad es que cada tradición religiosa aborda la realidad desde un ángulo determinado y por eso cada punto de vista tiene su justeza: el judaísmo tiene razón en insistir en la importancia de la filiación humana, el catolicismo y los ortodoxos la tienen al poner tanto acento en el respeto a la vida, tiene razón el protestantismo cuando apela a la responsabilidad personal, igualmente la tiene el Islam al evocar sin tregua el valor del orden establecido por Dios en la Creación, y tiene razón el budismo al tener en cuenta las motivaciones que tienen quienes recurren a cualquier técnica médica.

La confrontación de estos diferentes puntos de vista -sin mencionar otros más que no se incluyen en el universo de las religiones- contribuye a lo que Axel Kahn llama un enriquecimiento de la conciencia bioética. Sin embargo, si cada moral tiene su grandeza, también tiene sus efectos perversos. Como afirma Olivier Abel, tenemos necesidad de que las morales se corrijan unas a otras recíprocamente. En este terreno, como en tantos otros, el diálogo inter-religioso no consiste solamente en informarse de las posiciones de los demás, significa también dejarse interpelar por ellas.

DESDE LA BIOLOGÍA... UNA VISIÓN SOBRE EL ORIGEN DEL SER HUMANO.





PARTE I Cuando se trata de responder a las dos preguntas principales: 1) ¿Qué pueden decir legítimamente las ciencias experimentales sobre el estatus del embrión? ; 2) ¿Qué dicen las ciencias experimentales sobre cuándo se inicia el ciclo vital de un individuo humano? , a menudo nos ...

PARTE I

Cuando se trata de responder a las dos preguntas principales: 1) ¿Qué pueden decir legítimamente las ciencias experimentales sobre el estatus del embrión? ; 2) ¿Qué dicen las ciencias experimentales sobre cuándo se inicia el ciclo vital de un individuo humano? , a menudo nos encontramos frente a dos obstáculos: información errónea o incompleta con respecto a la embriogénesis humana, e interpretaciones incorrectas de los datos derivados de la observación o experimentales.

El objetivo de esta sección es precisamente describir sintéticamente las etapas principales del proceso del desarrollo humano, particularmente en los 14 días después de la fecundación, en orden a facilitar la respuesta a estas preguntas.

La epigénesis del embrión

El cigoto o embrión unicelular


La «concepción» de un individuo humano es el punto final de un proceso complejo llamado proceso de fertilización [1] , cuyo curso «consta de sucesivas etapas en un orden obligado» [2] . En este proceso están implicadas dos células extraordinariamente dotadas y teleológicamente programadas: un óvulo y un espermatozoide. La cronología de este proceso múltiple se inicia inmediatamente cuando el espermatozoide se adhiere al compacto revestimiento extracelular del óvulo, la zona pelúcida [3] , a la cual se une estrechamente gracias a los receptores de espermatozoides presentes en la zona pelúcida --constituida principalmente por la glucoproteína ZP3y de las proteínas complementarias ligadas, que se encuentran en la membrana plasmática del espermatozoide. Aunque la naturaleza de los receptores complementarios localizados sobre la superficie del espermatozoide, que conllevan la ZP3, y de los eventos subsiguientes a la señal de transducción Sean todavía materia de estudio [4] , se sabe que, apenas ha sucedido el reconocimiento especie-específico entre los gametos, en el espermatozoide unido se completa la reacción acrosómica. La membrana acrosómica externa y la membrana del espermatoziode se funden en muchos puntos dando origen a pequeñas vesículas que segregan principalmente acrosina, una proteasa tripsino-dependiente. Esta enzima facilita la penetración del espermatozoide a través de la zona pelúcida disolviendo la matriz de la zona y favoreciendo el ligamen con otra proteína zonal, la ZP2, la cual, interactuando con la cabeza modificada del gameto masculino le ayuda a atravesar la zona a una velocidad aproximada de 1 micra por minuto. El primer espermatozoide que alcanza el débil espacio perivitelínico, situado entre la zona pelúcida y la membrana plasmática del oocito, puede ahora fundirse con esta última, dando inmediatamente empuje a la singamia, es decir, al englobamiento del espermatozoide en el oocito, bajo la fuerza impulsora de los microvillis y de las proteínas contráctiles -la actina y la miosinade la zona cortical. En el caso de la fecundación humana, en tal proceso están implicados también otros factores complementarios, entre los cuales destacan el CD46, el C3b y el C1q [5] .

A continuación de la fusión entre el esperma y el oocito, el segundo se vuelve extraordinariamente activo e inicia una cascada de eventos que culminan en el impulso del desarrollo embrionario. Prueba de esta activación son las variaciones de la composición iónica del oocito, debidas principalmente a un imprevisto y transitorio aumento de la concentración intracelular de los iones de calcio bajo la acción de la oscilina, una proteína descubierta recientemente que induce a la propagación de la «onda» iónica denominada «onda del calcio», que marca el inicio del desarrollo embrionario [6] .

Se ha formado una nueva célula: el cigoto o embrión unicelular. Esta nueva célula comienza a operar como un sistema único, un ser viviente ontológicamente unitario, esencialmente similar -si bien con alguna peculiaridad- a todas las otras células en fase mitótica. Una de las primeras actividades del nuevo sistema es la reacción cortical, que consiste en la secreción de enzimas hidrolíticas -como las proteasas, las peroxidasas y otros enzimas- por parte de las miríadas de gránulos corticales semejantes alas lisosomas y localizados en la zona periférica del oocito, que lleva a la inactivación de los receptores espermáticos de la zona pelúcida y al endurecimiento de la misma, impidiendo que inicie su propio ciclo vital. B.M. Shapiro, después de haber descrito la complejidad de las reacciones químicas que preparan este «microincubador» para el nuevo organismo durante su desarrollo precoz, hace observar que esta notable cápsula de fertilización es necesaria «para la protección al inicio del desarrollo, cuando se establecen los ejes embrionarios [...] El empuje del plano somático complexivo depende de la comunicación intercelular, y la cápsula de fertilización aísla los blastómeros de los influjos extraembrionarios»: en realidad «ella es fundamental para un desarrollo normal y constituye una elegante solución de la morfogénesis» [7] .

La reorganización del nuevo genoma, que representa el principal centro de información para el desarrollo del nuevo ser humano y para todas sus funciones ulteriores, es la más importante entre las muchas otras actividades de esta nueva célula. Sobre la base de datos muy recientes [8] , sabemos que entre tres y seis horas desde la incorporación del espermatozoide comienzan a organizarse los microtúbulos que se disponen como aureola y el oocito completa su meiosis II con la expulsión del segundo globo polar. Mientras los pronúcleos masculino y femenino siguen condensándose y se acercan el uno al otro, el DNA se duplica, los microtúbulos del pronúcleo masculino prosiguen su expansión hasta circunscribir entre ambos los dos pronúcleos que se acercan estrechamente el uno al otro: es la fase denominada de cariogamia, que se verifica en torno a las quince horas de la fecundación. En este punto el centro soma se divide y, a partir de los pronúcleos, se organiza una estructura bipolar de microtúbulos. Alrededor de una hora y media después, en la primera fase mitótica, los cromosomas masculinos y femeninos se condensan separadamente, mientras que en la estructura de los microtúbulos son visibles claramente los polos del primer huso mitótico. Los cromosomas se alinean en el ecuador del huso y se distribuyen de modo ordenado en el citoplasma que ha comenzado a dividirse, hasta que sean formadas, con el complemento de la citodiéresis, dos células, cada una dotada de una pareja del genoma entero, que permanecen unidas íntimamente formando el embrión de dos células.

La exposición de estos datos esenciales sobre la formación del cigoto y sobre el paso de embrión unicelular a embrión de dos células indica, con toda evidencia, que en la fusión de los gametos comienza a operar como una unidad una nueva célula humana, dotada de una nueva y exclusiva estructura informacional que constituye la base de su desarrollo posterior.

A fin de comprender mejor la auténtica naturaleza de esta nueva célula, hay que subrayar dos características, que aclaramos a continuación. La primera es que el cigoto existe y actúa desde la singamia como un ser ontológicamente unitario, y con una precisa identidad. La segunda es que el cigoto está intrínsecamente orientado y determinado hacia un desarrollo bien definido. Ambas características, identidad y orientación, son esencialmente consecuencia de la información genética de la que está dotado. Esta información -sustancialmente invariable-, en realidad, el fundamento de la pertenencia del cigoto a la especie humana y de su singularidad individual o identidad, y contiene un programa codificado completo, que le dota de enorme potencialidad morfogenética que se realizará autónoma y gradualmente durante el proceso epigenético rigurosamente orientado. Esta potencialidad no significa mera «posibilidad», sino que representa la capacidad natural intrínseca de un ser, que ya es existente, de realizar, en las debidas condiciones, el plano codificado entero.

Si la realidad se muestra así, al investigador de embriología le surge entonces la pregunta crucial: ¿Esta célula, el cigoto, representa también el punto exacto en el espacio y en el tiempo en el que un nuevo organismo individual humano inicia su propio ciclo vital? Para responder a esta cuestión es indispensable el análisis del proceso epigenético que parte de esta célula. Para nuestro objetivo, hay que distinguir entre tres períodos: (1) del cigoto al blastocisto; (2) del blastocisto al disco embrionario; y (3) del disco embrionario al feto.

Del cigoto al blastocisto

En un período aproximado de cinco días se da una rápida multiplicación celular bajo el control de un gran número de genes implicados en muchos aspectos del ciclo mitótico [9] , desde la producción de ciclina y proteína-kinasa, que regulan el propio ciclo, a la síntesis de enzimas y otras proteínas necesarias para la estructuración y la actividad del creciente número de células. Este crecimiento, sin embargo, es completamente diverso del que se produce en el cultivo celular in vitro. En efecto, en el estadio de 2-8 células éstas quedan unidas entre sí mediante microvillis y puentes citoplasmásticos intercelulares que facilitan la transmisión de señales entre célula y célula, absolutamente necesaria para un acrecentamiento ordinario. Este contacto llega a ser altamente adhesivo en el estadio de 8-32 células, llamado de mórula que se caracteriza por dos procesos principales: la compactación y la polarización.

Durante la compactación, entre el tercer y el cuarto ciclo celular (el segundo y tercer día de la fecundación) -definida por H. Vogler como «la fase de la reorganización de las células individuales y de la recíproca interacción» [10] las células se adhieren entre ellas todavía más fuertemente, maximizando el área de contacto y formando complejos agrupamientos particulares [11] , llamados tight junctions y gap junctions, que favorecen un rápido transporte intercelular de iones y señales moleculares y el progreso del proceso normal de desarrollo, que podría, en cambio, resultar alterado por la ausencia de una sola proteína unitiva [12] .

Durante la polarización [13] en tomo al cuarto día desde la fecundación, se asiste a una redistribución de estructuras endocelulares como el núcleo, los mitocondrios, los microtúbulos, las grandes moléculas como la actina, la clatrina, la caderina (AT Pasa). En el cuarto ciclo de multiplicación celular ya se pueden reconocer claramente dos tipos de células: las polares, en las que se produce la redistribución, y las apolares. Estas asumen posiciones diferentes: en la periferia las primeras y en el centro las segundas, y reciben un destino diferente, las polares dan origen a la línea celular trofoblástica y las apolares a la línea celular embrioblástica, imprimiendo así al embrión una verdadera heterogeneidad morfológica.

Esta heterogeneidad llega a ser más evidente todavía en el quinto día después de la fecundación (sexto o séptimo ciclo celular) cuando aparece el blastocisto, formado por alrededor de 64-128 células. Por tanto, pueden distinguirse tres tipos de estratos celulares, histológicamente diferentes y con destinos diversos: el trofoblasto mural y el trofoblasto polar, derivados de la diferenciación de las células de la línea trofoblástica; el ectodermo primitivo y el endodermo, derivados, a su vez, de la diferenciación de la masa celular interna formada por la línea celular embrioblástica.

Hasta este período el desarrollo embrionario sucede dentro del revestimiento de fertilización, que origina el proceso de endurecimiento ( «hardening» ) de la zona pelúcida, revestimiento que protege el embrión en desarrollo y le impide que se adhiera alas paredes tubáricas. Las membranas celulares de las células del trofectoderma contienen una bomba de sodio potasio (Na+/K+-ATPasa) recubierta mediante el blastocele, que transporta iones de sodio dentro de la cavidad central. Esta acumulación de iones de sodio provoca el paso osmótico de agua, que se acumula en la cavidad blastocélica aumentando el volumen [14] . Cuando el embrión alcanza el útero, y antes del comienzo del proceso de implantación, el blastocisto emerge ( «hatching» ) del revestimiento de fertilización y puede adherirse libremente al epitelio endometrial uterino, generalmente en la parte superior de la pared posterior del útero.

Del blastocisto al disco embrionario

A pesar de que los blastocistos humanos pueden pasar in vitro a través de algunos de los primeros estadios típicos del desarrollo después de la implantación, llegando hasta la formación del sincitiotrofoblasto, pero sin el soporte endometrial, sin embargo, varios estudios experimentales sobre el desarrollo in vitro de los blastocistos de ratón, de conejo y humanos sugieren que en estas condiciones el crecimiento embrionario resulta anormal [15] . La implantación aparece, por tanto, como obligatoria para un ulterior desarrollo embrional normal.

Está ahora bien definido [16] que la implantación, que en la especie humana parece iniciarse nada más el embrión ha entrado en el útero, implica una serie de estímulos y respuestas integradas, es decir, un diálogo activo entre las células maternas y las células del blastocisto: hecho que supone, por consiguiente, un rol activo para ambos. La naturaleza y la integración de varios estímulos y respuestas, que exigen una sincronía precisa, son ahora objeto de estudio [17] . Pero antes recordaremos algunos datos relevantes.

El útero está preparado para la implantación por la acción de las hormonas esteroideas, producidas en el ovario durante su fase secretora precoz, que influye en la síntesis de proteínas esteroideo-sensibles. Entre éstas se encuentran: 1) enzimas, como las peptidasas, las glicosidasas y las estearasas, usadas en la digestión de la zona pelúcida y en la modificación del endometrio y del trofoblasto para facilitar la implantación; 2) proteínas encargadas de la protección del feto por la respuesta inmunitaria de la madre; y 3) otras proteínas que estimulan y/o regulan, directa o indirectamente el desarrollo embrionario, en particular el de la familia del factor de crecimiento epidérmico (EGF) y el factor inhibidor de la leucemia (LIF).

El embrión, por su parte, una vez implantado, rápidamente -o muy verosímilmente también antes- segrega la proteína b-1 específica de la gestación (sp1), la gonadotropina coriónica humana (b-hCG) y el 17-b-estradiol. Estas favorecen el mantenimiento del cuerpo amarillo y colaboran en el proceso, en tres estadios, de la adhesión del embrión al útero. En el primer estadio, el de aposición, los microvillis del epitelio uterino y del trofoblasto (que llegará a ser sincitiotrofoblasto) se interdigitan, mientras en la superficie del blastocisto se acumulan proteínas y glicoproteínas, entre las cuales se halla el receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR) y la 1-b interlewkina (IL-1b ), que facilitan los otros dos pasos -esto es, la adhesión al útero y la penetración en el estroma endometrial a través del epitelio uterino-, estabilizando así definitivamente al embrión.

Simultáneamente a estos acontecimientos, en el período denominado «ventana de implantación», entre el sexto y el decimocuarto día de la concepción, el embrión prosigue extensamente los sucesivos pasos de la diferenciación. En torno a los ocho días de edad, en el blastocisto -que alcanza un diámetro de cerca de 0,1 mm- aparece la cavidad amniótica. Entre tanto, en el ectodermo primitivo, derivado de la masa celular interna, se forma un disco --el epiblasto- compuesto por células cilíndricas que, junto con el s útil estrato inferior de pequeñas células vesiculares del endodermo embrionario, configura una estructura bilaminar denominada disco embrionario. Al décimo día el amnios está ya diferenciado, el saco vitelínico primitivo está delimitado, y el trofoblasto polar con el mesodermo extraembrionario da origen al corion, del que se desarrollará la placenta. Entre el undécimo y el decimocuarto día, del citotrofoblasto que rodea al embrión se proyectan en el sincitiotrofoblasto pequeñas masas de tejido, donde éstas continuarán creciendo hasta formar las vellosidades coriónicas, mientras el disco embrionario alcanza los 0,15-0,20 m m de diámetro, rodeado por el corion. Finalmente, alrededor de 14 días después de la fertlización, en el extremo caudal del embrión, aparece un denso grupo de células, denominado estria primitiva, que marca la formación de un tercer estrato de células, el mesodermo.

Del disco embrionario al feto

El disco embrionario, una estructura altamente compleja compuesta por gran cantidad de células, representa un punto de llegada altamente significativo entre los estadios iniciales del desarrollo precoz del nuevo ser humano, y también un punto decisivo para su futuro desarrollo. En efecto, durante las tres semanas siguientes, en este disco embrionario -que forma un todo con las denominadas estructuras embrionales, amnios y corion en particular, sin las cuales no podría producirse un desarrollo posterior- se define el diseño general del cuerpo (body plan) y se inicia el modelado (patterning) de los diferentes órganos y tejidos, seguido por la histogénesis y por la organogénesis.

En la quinta semana de gestación, cuando la longitud del embrión es algo inferior a 1 cm, están ya presentes -aunque en estado primario- la estructura del cerebelo, del corazón y de algunos trazos pulmonares, gastro-entéricos y urinarios, y se inicia la diferenciación sexual; en la sexta semana los miembros en esbozo son claramente visibles, y en la séptima semana la forma del cuerpo es completa.

El control del proceso epigenético

Este análisis sumario del proceso de desarrollo a nivel morfológico sería suficiente para resolver la cuestión crucial acerca del punto exacto en el tiempo cuando un nuevo organismo humano individual inicia su propio ciclo vital. Sin embargo, recientemente, han emergido nuevos datos que consideran el control del proceso epigenético y que están en condiciones de dar mayor fuerza a la argumentación expuesta hasta ahora.

M. Barinaga, al presentar los resultados de una entrevista a eminentes biólogos del desarrollo, con ocasión del primer centenario del nacimiento de la embriología moderna, fundada por Wilhelm Roux en 1894, afirmaba que los investigadores «están llegando a los secretos de cómo una única célula de huevo fertilizada pasa por la compleja y magníficamente orquestada serie de cambios que crean un organismo entero» [18] . Entre los secretos que quedan todavía por desvelar en parte, recordamos los más decisivos: 1) ¿Cómo todos los procesos descubiertos hasta ahora, desde el cigoto hasta el disco embrionario y otros, pueden suceder con tal orden y regularidad en el espacio y en el tiempo? 2) ¿Qué conduce y regula la diferenciación celular, el establecimiento de las líneas celulares, la agregación ordenada de células y tejidos en órganos y en áreas bien definidas, de modo que se asegure armonía y unidad en la totalidad corpórea en crecimiento? 3) ¿Cómo puede la forma completa de un nuevo sujeto ser generada por una sola célula, el cigoto?

Todavía no es posible dar una respuesta exhaustiva a estas preguntas. Sin embargo, dos líneas principales de investigación llevadas sobre muchos modelos animales [19] -desde el pequeño nematodo Caenorhabditis elegans (constituido por sólo 959 células, de las cuales 302 son nerviosas), hasta insectos, anfibios, peces y mamíferos (incluidos los primates y el hombre) han suministrado datos que ofrecen algunas claves importantes para penetrar un poco más en la profundidad de estos secretos. La primera línea de investigación es el análisis de las modificaciones bioquímicas que se producen en la célula singular, en las diferentes líneas celulares y en varias regiones del cuerpo en fase de crecimiento, con atención particular a los estadios singulares de la organización de la forma definitiva. La segunda línea de investigación, ahora en rápida evolución, es el descubrimiento, mediante los métodos de la genética clásica y hoy, sobre todo, de la nueva genética, de los genes implicados en los muchos steps epigenéticos, desde el cigoto hasta la adquisición de la definitiva conformación somática.

Algunos resultados merecen ser recordados aquí. Se ha demostrado que el nuevo genoma, que se establece en el cigoto, asume el control de todo el proceso morfogenético desde los primerísimos estadios del desarrollo [20] . «La activación de los genes cigóticos es absolutamente esencial para la prosecución del desarrollo» [21] , aunque una notable cantidad de productos de transcripción (mRNA) y de traducción (proteína) de los genes de origen materno, acumulados durante el crecimiento y la maduración del oocito, son usados para sostener los primerísimos estadios del desarrollo, pero se van sustituyendo de modo muy rápido y gradual por los nuevos productos genéticos, derivados de la transcripción y traducción del nuevo genoma del embrión [22] . Como señala G.M. Kidder, «una importante consecuencia es que todas las fases de la morfogénesis (si no todas las divisiones iniciales) antes de la implantación dependen de la expresión de los genes propios del embrión» [23] . Esto se revela por la existencia de mutaciones letales, presentes en el genoma embrionario, que operan negativamente en el período del desarrollo preimplantatorio [24] , y por la sensibilidad de tres importantes pasajes morfogenéticos [25] a agentes que impiden la transcripción del DNA o la síntesis de las proteínas. Ya en 1976, W. Engel y W. Franke, resumiendo un gran número de observaciones sobre el desarrollo en el conejo, concluían que la activación del nuevo genoma «debe producirse desde el estadio de una célula, a fin de que el desarrollo pueda continuar hasta el estadio de ocho células» [26] .

P. Braude y sus colaboradores [27] han presentado la primera prueba de que una activación muy precoz del nuevo genoma sucede también en el embrión humano.

Utilizando 7 cigotos humanos y 26 embriones producidos in vitro, 6 en el estadio de dos células, 10 en el estadio de cuatro células y 10 en el estadio de ocho células, pudieron demostrar que, al menos en el pasaje de 4 a 8 células, el nuevo genoma aparece activo en el control de la producción de nuevas proteínas. Otros estudios con métodos más sensibles han demostrado recientemente que la activación de por lo menos una parte del genoma del nuevo embrión se inicia en el estadio del cigoto. M. Fiddler y sus colaboradores [28] , aplicando la nueva técnica de la reacción en cadena de la polimerasa con transcripción inversa (RTPCR), encontraron que el gen SRY --el primer gen en la cascada de la diferenciación gonádica está activo desde el estadio de una célula (cigoto) al de la blástula. Con la ayuda de técnicas y modelos de investigación más perfeccionados, nuevos datos en esta dirección se irán añadiendo a los que ya están en nuestro poder [29] . Todos sugieren que es precisamente el nuevo genoma, que se establece en la fecundación, la base y el constante soporte de la unidad estructural y funcional del embrión, que se desarrolla a lo largo de una trayectoria que mantiene siempre una dirección bien definida.

Ésta, que fue durante largo tiempo una mera intuición, se transforma en evidencia cuando se tiene finalmente conocimiento de los numerosos factores implicados en la persistente discrecionalidad del desarrollo embrionario, y se comprende mejor la extensa e inteligente actividad del genoma. En realidad, de todos estos conocimientos emerge también otra conclusión, que la regularización del proceso de desarrollo es el resultado de una actividad jerárquicamente ordenada de tres clases principales de genes: los genes llamados «posicionales» (coordinate genes), «selectores» (selector genes) y «realizadores» (realizator genes) [30] .

Los genes posicionales [31] , mediante la producción y la actividad de «proteínas morfogenéticas» y de otras moléculas de una acción similar (morfogénesis), establecen la exacta posición de células o grupos de células a lo largo de los ejes antero-posterior y dorso ventral del embrión, contribuyendo así a la definición del plano corpóreo general.

Los genes selectores [32] , regulan la secuencia de los procesos de diferenciación en el tiempo y en el espacio a lo largo de los ejes, que son determinados por la actividad de los genes posicionales: mediante la producción de factores de transcripción especifican en el plano corpóreo general las numerosas regiones donde se formarán los varios órganos y tejidos, operación indicada como modelada (patterning).

Los genes realizadores [33] , bajo la influencia de los genes selectores que activan e inhiben los productos o factores de transcripción, conducen a la estructura definitiva de cada órgano con sus distintos tejidos.

En conclusión, la tarea específica de tanta cantidad de genes reguladores es la de determinar la diferenciación de las células y la gradual estructuración de los diversos órganos a través de la acción de una enorme variedad de macromoléculas desde las que controlan la producción. Es fácil imaginar la complejidad de la interacción de estos genes, sea en el mismo nivel de organización, sea en niveles diferentes. Esta complejidad aumenta necesariamente con el progreso del desarrollo, y, por eso, implica otros muchos factores de regulación y mecanismos de autocontrol, especialmente a fin de facilitar las comunicaciones entre el ambiente extracelular y la célula, entre célula y célula, y entre el citoplasma y el núcleo que contiene la mayor parte de la información genética.

De hecho, continuamente se describen nuevas clases de genes [34] , que controlan la producción de moléculas importantes, como las moléculas de adhesión celular (CAM, cell adhesion molecules), las moléculas de adhesión al sus trato (SAM, substrate adhesion molecules), los receptores, y los «segundos mensajeros» o moléculas de señalización. Es suficiente, por ejemplo, que cambie uno de los cuatro genes del receptor del factor de crecimiento fibroblástico (FGFR) para que se manifiesten en el embrión graves malformaciones. Por recordar solamente una de éstas: una mutación en el gen receptor 3 (FGFR3) provoca la displasia tanatofórica [35] . Justamente, L. Wolpert ha hecho notar que «la clave verdadera para captar el desarrollo está en la biología celular, en los procesos de traducción de señales y de control de la expresión de los genes que llevan a modificaciones en el estadio, en los mecanismos y en el crecimiento de las células» [36] .

La inducción biológica

Hasta ahora se han descrito brevemente los primeros estadios del desarrollo del embrión humano, y se ha hecho una aproximación a su control genético. No se ha intentado ni verificar ni falsificar ninguna hipótesis particular. El objetivo era dar a conocer algunos aspectos esenciales del complejo proceso biológico que es el desarrollo de un ser humano. Este conocimiento es la premisa necesaria para la respuesta a las preguntas: 1) ¿Cuál es el estado de un embrión humano precoz? , y 2) ¿Cuándo comienza un ser humano su ciclo vital?

Para responder a estas preguntas no es necesario formular nuevas hipótesis, sino simplemente analizar nuestros datos inductivamente. Esto se puede hacer tomando en consideración las tres propiedades principales que caracterizan el completo proceso epigenético que, según C.H. Waddington, introductor del término epigénesis, podría ser descrito como «la emergencia continua de una forma de estadios precedentes» [37] .

La coordinación

La primera propiedad es la coordinación. El desarrollo embrional, desde el momento de la fusión de los gametos hasta el de la formación del disco embrional alrededor de los 14 días tras la singamia, y todavía más evidentemente después, es un proceso donde existe una secuencia e interacción coordinada de actividad molecular y celular, bajo el control del nuevo genoma, que es modulado por una cascada ininterrumpida de señales transmitidas de célula a célula y del ambiente externo y/o interno a las células singulares.

Precisamente esta innegable propiedad implica, y aún más, exige una rigurosa unidad del ser que está en constante desarrollo. Cuanto más progresa la investigación científica, más parece que el nuevo genoma garantiza esta unidad, donde un gran número de genes reguladores aseguran el tiempo exacto, el lugar preciso y la especificidad de los eventos morfogenéticos. J. Van Blerkom, concluyendo un análisis de la naturaleza del programa de desarrollo de los primeros estadios de los embriones de los mamíferos, subraya claramente esta propiedad: «Las pruebas disponibles sugieren que los eventos en el oocito en maduración y en el embrión precoz siguen una secuencia directa de un programa intrínseco. La evidente autonomía de este programa indica una interdependencia y coordinación a los niveles molecular y celular, que tiene como resultado la manifestación de una cascada de acontecimientos morfogenéticos» [38] .

Todo esto conduce a la conclusión de que el embrión humano -como cualquier otro embrión también en sus primeros estadios no es, como afirma N.M. Ford «tan sólo un amasijo de células», «cada una de las cuales es un individuo ontológicamente distinto» [39] , sino que el embrión completo es un individuo real, donde las células singulares están estrictamente integradas en un proceso mediante el cual traduce autónomamente, momento por momento, su propio espacio genético en su propio espacio organísmico.

La continuidad

La segunda propiedad es la continuidad. Parece innegable, sobre la base de los datos hasta ahora presentados, que en la singamia se inicia un nuevo ciclo vital. «La función última del espermatozoide es fundirse con la membrana plasmática del oocito. En el momento de la fusión [singamia] deja de ser un espermatozoide y aparece como parte de una célula formada de nuevo, el cigoto» [40] . El cigoto es el principio del nuevo organismo, que se encuentra precisamente al inicio de su ciclo vital. Si se considera el perfil dinámico de este ciclo en el tiempo, se observa claramente que procede sin interrupciones: el primer ciclo no termina en el disco embrionario, ni se inicia otro ciclo desde aquel punto en adelante. Un acontecimiento singular, como la multiplicación celular o la aparición de varios tejidos y órganos, puede aparecer discontinuo a nuestros ojos; sin embargo, cada uno de ellos es la prueba final, en un momento dado, de una sucesión ininterrumpida de hechos -podría decirse que infinitesimales- interconectados sin solución de continuidad.

Esta propiedad implica y establece la unicidad o singularidad del nuevo ser humano: desde la singamia en adelante, él es siempre el mismo individuo humano que se construye autónomamente según un plan rigurosamente definido, pasando por estadios que son cualitativamente siempre más complejos.

La gradualidad .

La tercera propiedad es la gradualidad. La forma final se alcanza gradualmente: se trata de una ley ontogénica, de una constante del proceso generativo. Esta ley del gradual construirse de la forma final a través de muchos estadios partiendo del cigoto implica y exige una regulación que debe ser intrínseca a cualquier embrión singular, y mantiene el desarrollo permanentemente orientado en la dirección de la forma final. Es precisamente a causa de esta ley epigenética intrínseca, que está inscrita en el genoma y comienza a actuar desde el momento de la fusión de los dos gametos, que cada embrión -y, por tanto, también el embrión humano- mantiene permanentemente la propia identidad, individualidad y unicidad, permaneciendo ininterrumpidamente el mismo idéntico individuo durante todo el proceso del desarrollo, desde la singamia en adelante, a pesar de la siempre creciente complejidad de su totalidad.

W.J. Gehring reconoce claramente esta ley, anticipando los futuros progresos de la genética del desarrollo: «Los organismos -escribe- se desarrollan según un preciso programa que especifica su plano corpóreo con un gran detalle y determina además la secuencia y la temporización de los eventos epigenéticos. Esta información está dibujada en la secuencia nucleótida del DNA [...]. El programa de desarrollo consiste en un determinado cuadro espacio-temporal de expresión de los genes estructurales que forman la base del desarrollo. El desarrollo normal exige la expresión coordinada de miles de estos genes en una modalidad concertada. Puesto que el control independiente de los genes estructurales singulares conduciría aun desarrollo caótico, podemos predecir que son genes de control que regulan la actividad coordinada de grupos de genes estructurales» [41] .

La respuesta

Es evidente que las tres propiedades recordadas, para una consideración apasionada, satisfacen perfectamente los criterios esenciales establecidos por una reflexión meta-biológica para la definición de un «individuo».

Por eso la inducción lógica de los datos que suministran las ciencias experimentales conduce a la única conclusión posible, esto es, que aparte de alteraciones fortuitas en la fusión de dos gametos un nuevo individuo humano real comienza su propia existencia, o ciclo vital, durante el cual -dadas todas las condiciones necesarias y suficientes- realizará autónomamente todas las potencialidades de las que está intrínsecamente dotado. El embrión, por tanto, desde el momento de la fusión de los gametos es un individuo humano real, no un individuo humano potencial.

Nosotros consideramos que la clara afirmación de la «Donum vitae», Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1987, es científicamente correcta. En ella se expresa: «Por las recientes adquisiciones [de] la biología humana [...] se reconoce que en el cigoto derivado de la fecundación está ya constituida la identidad biológica de un nuevo individuo humano» [42] .